Carles Cano (Valencia, 1957) acaba de cumplir treinta años en el mundo de la literatura infantil.
Un balance literario que ha dejado más de cincuenta títulos en las estanterías y más de una historia en las mochilas de los niños.
País de la infancia y viaje imaginario protagonizado por hadas pasteleras, monstruos amantes del bricolaje o caperucitas transgresoras que prefieren el negro como color para su uniforme.
Un álbum de criaturas empeñadas en sembrar el caos en el universo y de maneras y costumbres poco correctas que ha ido creando en compañía de ilustradores como Núria Feijoo, Miguel Calatayud, Carlos Ortín, Oliverio Dumas o Paco Giménez, su “cara B “y responsable de algunos de sus títulos más exitosos.
“Empecé un poco por azar en el mundo de la literatura y enseguida me decanté por la literatura infantil, seguramente porque era en este mundo donde yo creía que podía crear y contar mis historias” dice Carles Cano.
La lectura temprana de la obra de Enric Valor y sus Rondalles terminó de señalar el camino que debía recorrer. “Leyendo su obra encontré que aquella era la literatura que yo quería hacer”. Y añade, “me dio el empujón que me faltaba para terminar de inclinarme hacia este territorio literario”.
Tres décadas de literatura infantil que han visto, entre otros cambios, la eclosión de las nuevas tecnologías, el formato digital como herramienta de trabajo y la creación y la transformación del mundo de la edición y el libro.
“En cuanto al soporte tecnológico aplicado a la literatura infantil, creo que no está tan desarrollado como en el libro para adultos” señala Carles Cano.
“Es cierto que en estos últimos tiempos se están haciendo cosas nuevas innovadoras, a medio camino entre la animación y el tradicional álbum de imágenes, pero yo creo que las posibles ventajas creativas y técnicas aún están por trabajar y desarrollar”. “En cualquier caso, creo que el libro electrónico debe ser un colaborador, nunca un sustituto, el niño debe aprender a disfrutar del libro, descubrir el tacto del papel, probar los colores, las texturas, las tintas, como lo hicimos nosotros “.
Un periodo de tiempo que ha quedado marcado por la irrupción de fenómenos como Harry Potter y su proyección gigantesca en la literatura infantil. “Gracias a Harry Potter se ha creado una nueva generación de lectores infantiles y además ha roto algunas barreras en cuanto al modelo del libro infantil” dice Carles Cano.
“Incluso -continúa Cano- ha favorecido de rebote el éxito de una saga como El señor de los anillos, que todo junto, ha terminado reviviendo el género fantástico y proyectando una nueva generación de creadores de literatura juvenil”.
Carles Cano participó del pequeño boom literario que supuso la entrada del valenciano en la enseñanza en la década de los ochenta -La Llei d’ús i ensenyament– que originó una demanda del libro infantil.
“Es indudable que el boom de la literatura infantil en valenciano fue ligado a la escuela y muchos de aquellos autores éramos profesores o maestros; unos, con el paso del tiempo, han desaparecido, y otros se han quedado, e incluso, a pesar de las dificultades de un sector tan delicado como el editorial, han podido alcanzar incluso una cierta profesionalización “dice Carles Cano.
Títulos como Aventuras de Potaconill, El último de los dragones, Cuentos roídos, La fiesta monstruosa, Ratón en la selva tropical y otros señalan esa complicidad que se ha generado entre lector y autor a lo largo de estas tres décadas.
“Más de una vez me han preguntado” Y tú, ¿por qué no haces cuentos para adultos? “, Y yo siempre les contesto, que también mis libros son para adultos, lo que pasa es que no los leen, yo no me impongo, de entrada, barreras“ dice Cano.
“Como ocurre con muchas series de dibujos animados y películas pretendidamente para un público infantil, las fronteras entre lector infantil y el lector adulto cada vez más tienden a desvanecerse o difuminarse” dice Carles Cano.
Estos días pone a punto una nueva historia protagonizada por La princesa todo pa’mi, un futuro cuento que en la elaboración final tendrá que pasar por algún que otro filtro corrector.
“Desgraciadamente -dice Cano- hay muchos que se la cogen ‘con papel de fumar‘, quiero decir que en el mundo de la edición infantil y juvenil se miran los contenidos muy a menudo con lupa y esto acaba produciendo una especie de autocensura en el escritor “.
“Curiosamente esto ocurre -continúa Cano- mientras que en la televisión o en la pantalla, se celebran y triunfan personajes tan incorrectos como los Simpsons, Padre de Familia o Shrek, pero como en otras cosas, tiene que llegar primero de fuera para que sea finalmente aceptado en nuestra casa “.
Carles Cano estuvo en la cocina y la elaboración de algunos de los programas pioneros de la radio y de la televisión autonómicas dedicados al público infantil.
“Ahora, me imagino, que un programa de las características del Trencanous igual no sería posible, habría muchas más limitaciones, de contenidos, creativos, de expresión”. “A veces -continúa Cano- leo algunos de los guiones del programa y yo mismo me sorprendo de las cosas que escribíamos“.
Sobre la actual programación infantil dice que “aunque no estoy muy al corriente, creo que se han abandonado las propuestas más creativas o arriesgadas en beneficio de productos más conservadores o generalistas“.
Carles Cano sigue manteniendo ese aspecto infantil reflejado en su físico, aquel niño que se guardaba el aguinaldo de los padrinos para comprar algunos títulos de la colección infantil de Bruguera donde había autores como Julio Verne, Salgari o Robert Louis Stevenson y su isla del tesoro.
Ahora, entre hadas y monstruos en la despensa de los proyectos creativos y como una especie de apostolado pedagógico, le gusta ir contando y esparciendo historias allí donde lo llaman.
“Es fundamental despertar el deseo o la apetencia de leer en el niño y una de las maneras de promoverlo es a través de la literatura oral” señala Cano.
“La relación que se crea entre el maestro narrador, entre el cuentacuentos, y los alumnos es algo extraordinario, creo que no hay nada parecido, una comunicación que se convierte con el paso del tiempo en una relación de afecto maravillosa y yo diría, imborrable “comenta Carles Cano.
“Recuerdo -continúa Cano- haberme encontrado con antiguos alumnos, ahora ya convertidos en jóvenes adultos, y recordaban los cuentos que habíamos contado en clase, no se acordaban de si los había suspendido o alguna vez los había expulsado del aula” .
“Todo el mundo recuerda algún cuento que le han contado de pequeño, y sino lo recuerda, es porque desgraciadamente, no le han contado“, dice Carles Cano.
(Carles Gàmez. “El conte contat”, El País. Quadern [València], 11 d’abril de 2013)
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