Carles Cano Peiro (Valencia, 1957) es licenciado en Filología Catalana y ha ejercido la docencia en institutos durante más de veinte años. Además ha trabajado de ebanista, de tallista en madera, de camarero, de maestro de baile, de guionista y locutor de radio y televisón.
Su trayectoria como escritor de obras destinadas a niños y jóvenes comienza a principios de los años 80 del siglo XX. Después de la precariedad de muchas décadas, la de los 80 se convirtió en todo el estado español en una época dorada de la Literatura Infantil y Juvenil. Este impulso nuevo sacó a la luz autores de varios tiempos, geografías y culturas; entre ellos apareció Carles Cano con sus primeras obras en catalán y castellano.
Con Aventures de Potaconill, Quedó finalista del premio Enric Valor en 1981. La obra fue publicada dos años más tarde. Desde entonces, el autor ya no cesaría en su trabajo de creación literaria. Paralelamente, su dedicación a la narración oral fue en aumento, además de las intervenciones en mesas redondas, jornadas, cursos y conferencias. Trabajó como locutor y guionista en Radio 9 y la Cadena SER. Guionista también de televisión, intervino en programas de Canal 9 y de TVE.
Con el cambio de siglo, inició una nueva vertiente creativa a través de la poesía visual y objetual. Ha llevado a cabo dos exposiciones: «Poemas, broemes y otros artificios» y «Cartas», la primera con la manzana como motivo central y la segunda con cartas de la baraja.
En 2005, impulsó el proyecto «Trueque», una exposición intercambio de obras con más de medio centenar de poetas, ilustradores, dermatólogos, titiriteros, pintores, escultores y profesores de inglés.
También ha elaborado libros de texto, especialmente para la editorial Anaya, y ha hecho multitud de conferencias y charlas a universitarios y en formación del profesorado.
A lo largo de su trayectoria, Carles Cano ha sido galardonado con varios premios, entre los que cabe mencionar el premio Lazarillo de 1994 por la obra de teatro Te he pillado Caperucita! una obra ampliamente representada en todo el territorio español. Esta misma obra y En qué se diferencian el Blanco y el Negro fueron seleccionadas para los premios «White raven» por la Biblioteca de la Juventud de Munich en 1996. En 2007 ganó el premio del Hospital San Juan de Dios con Por un botónY en 2012 el premio Carmesina por Siete Blancanieves y un Enano, Premio Samaruc 2013.
Carles Cano suele adjudicar al azar un papel importante en su propio devenir, ya que asegura haber comenzado a escribir por una apuesta con un amigo. Apostaron a ver quién era capaz de escribir diez páginas para presentarse a un concurso de cuentos de premio jugoso. Fue Carlos quien ganó la apuesta, el premio no. Sin embargo esto lo animó a continuar escribiendo.
También fue al azar que lo condujo hacia la narración oral a que dedica la mitad de su tiempo actualmente ya que, viendo que los encuentros con alumnos que le solicitaban podían hacerse largas y monótonas, empezó a prepararse se narraciones como si fueran un as en la manga que hiciera más ligero del encuentro. Estas narraciones acabaron cogiendo más y más fuerza y llegó el momento de que en algunos casos sustituyeron el encuentro con autor para una sesión de narración.
Su amor a las palabras y la habilidad como narrador le venden, sin suficiente más lejos. En la más tierna infancia fue su padre, Julián Cano, quien encantaba a sus hijos con historias conocidas, inventadas y con la narración de cuentos, como aquel cuyo comienzo marcó un hito para Carlos: «Con una flauta bajo el brazo y una pluma en el sombrero…»Este entrañable narrador que era su padre, a quien el hijo rinde homenaje en una obra de rasgos autobiográficos titulada Límpida Fons, desaparegué massa prompte. Amb la mort de son pare, als 8 anys, intern en un col.legi de monges, a Carles se li van acabar els contes. Li quedaven, malgrat això, les sessions contínues de cinema dominical, aquelles de dues pel.lícules en què podia enganxar-se de nou amb la primera, com en un conte de mai no acabar. En el pati, a l’hora de l’esplai, el petit Carles era sol.licitat pels seus companys perquè contara les pel.lícules de la setmana.
De esta manera, se convirtió en un lector sin libros que, a falta de mejores ofertas, devoraba los libros de texto de lengua y literatura sólo cayó en sus manos al comienzo del curso. Hay leía las selecciones de fragmentos de lectura que, muchas veces, quedaban incompletos, en suspenso. Hubo uno de Horacio Quiroga, «El paso del Yabebrirí», que lo dejó especialmente intrigado. Al cabo de doce años de haber leído este fragmento, tuvo la suerte de encontrar el texto original completo y pudo completar por fin la historia.
Cuando Carlos relata una historia, ya sea de la tradición oral o de las escritas por él mismo, da la sensación de estar ante un niño reconcentrado en su juego de batallitas que, visualizando la representación de cada palabra, las salpicando de onomatopeyas: «Tin!» «¡toma!» «Coca» «Toma!» «Xas!» «Boooommm!»
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